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YOM KIPUR - LA TESHUVAH por Malcah Canali de Josefina Jlucentina - Thursday, 20 de September de 2007, 21:22 | |
Queridos amigos, un placer para mí compartir con ustedes un texto escrito por Malcah Canali. Espero sea de su agrado. B''H De Malcah para la Quebutzah
Shabbat de 5768 22de septiembre de 2007
YOM KIPUR
LA TESHUVAH
¡Baruj Hashem¡ Acabamos de empezar un año nuevo. Es el 5768, número que se escribe con una secuencia de letras terminadas en "jet", la letra que indica el número 8 y es inicial de dos palabras importantísimas e íntimamente ligadas la una a la otra: jaim (vida) y jet (pecado). Cualquiera entiende que sólo hay pecado donde hay vida, pero si sólo hay vida donde hay pecado, esto es mucho más difícil de elucidar porque depende del significado que se da a la palabra vida. Definir el pecado está al alcance de la mente más ordinaria: es el hecho de transgredir las reglas de conducta dictadas por la voluntad divina. Definir la vida, como lo venía diciendo, es harina de otro costal y resulta imposible de adentrarse en semejante meditación, en días noraim (días de temor) como son los que preceden el Yom Kipur (día de la expiación, o día del perdón) que la Torah, por cierto, designa como "yom hakipurim", en plural (día de las expiaciones). A lo largo de los siglos, nos hemos acostumbrado a utilizar el singular, no sé si por comodidad lingüística o para reducir el impacto del temor en nuestras almas arrepentidas, pero algo timoratas. El caso es que durante los primeros días del año, debemos dedicar nuestra atención a examinar nuestros actos en este mundo, en esta vida que conocemos y que está ligada al pecado.
El sábado que viene , el día del Kipur, pediremos perdón al Eterno por los pecados que hemos cometido contra Él. Por los pecados que hemos cometido contra seres humanos, también le pediremos perdón, pero esto sólo podremos hacerlo si, antes, hemos recabado con absoluta sinceridad el perdón del ofendido siempre que nos haya sido posible. Si nos ha sido imposible o si el ofendido, a pesar de nuestra evidente buena voluntad nos ha negado el perdón, en un alarde de crueldad que no tenemos derecho a enjuiciar, Él nos perdonará.
El verbo "perdonar", en hebreo se dice "salaj" cuyas letras : sámej, lámed, jet, suman 98 como la expresión "lejaim" que significa "por la vida" y que es nuestro brindis tradicional, no sólo en el quidush (santificación) de shabbat y fiestas, sino en cualquiera de los momentos delicados que celebramos con comida y bebida. El perdón es fuente de vida, señal de renacer y de bendición para que la vida vuelva a florecer.
Decíamos más arriba que la vida, tal y como la conocemos en este mundo, supone la existencia del pecado. Lo sabemos porque nuestros primeros padres que gozaban de la vida edénica, cayeron en ésta precisamente porque pecaron. Desde entonces, nuestra existencia biológica es inseparable del pecado, pero éste, no sólo se puede evitar, porque de no ser así ni el arrepentimiento ni el perdón tendrán sentido, sino que se puede anular. Lo puede anular la Bondad Divina.
Arrepentirse es una palabra que, en los idiomas indoeuropeos viene de "paene" que significa "casi " (se encuentra en "península = casi una isla") y, por lo tanto, expresa la idea de cierta carencia, de "paenuria" lo cual lleva a la "paenitencia". Queda claro que el arrepentirse consiste en tratar de colmar un vacío, algo que el pecado ha devorado ha engullido. En hebreo religioso, "arrepentirse" se dice "jazar bitshuvah", lo cual significa literalmente: "volver en retorno". La noción implicada es dinámica. El pecado nos ha alejado del eterno o sea de la Presencia Divina en nuestro interior, en suma, ha quebrado nuestra unidad. Decir esto o decir que nuestra esencia ha sido mutilada y que urge recomponerla, colmar el hueco dejado por la trasgresión viene a ser dos expresiones de una misma angustia: creando un vacío dentro de sí mismo, o apartándose del camino de la bendición, el pecador ha atacado la integridad de su ser. Se ha privado de una manifestación de su esencia y es ésta una herida que es menester subsanar cuanto antes para evitar una agravamiento continuo. El arrepentimiento es el elixir que lo permite. Para el judaísmo es el retorno que se inicia con la identificación de la trasgresión. Luego hay que reconocerse como trasgresor, lo cual no es siempre fácil. Acordémonos del quebranto que le supuso al rey David oír las palabras del profeta Natán cuando éste, después de describirle la conducta de un rico ganadero que había robado a un pobre pastor la única oveja que poseía, le dijo: "tú eres este hombre". El rey había robado a un oficial de su ejército la mujer única para él : Batsheva, su esposa.
El arrepentimiento sincero y profundo empieza por esta convicción: sí, yo soy esta persona.
Si nos preguntamos ahora de qué pecado somos responsables todos, absolutamente todos ante Hashem en nuestros días, creo que la respuesta es bastante terrible, pero que debemos encararla. Nuestro gran pecado es la falta de confianza en Él. Siempre Le negamos lo que nos pide con más ahínco: creer, sentir, comprender que Él es el Todopoderoso, que si Le obedecemos, nos dará todo lo mejor y nos protegerá contra los peligros. Casi siempre, y por mucho que afirmemos lo contrario, en voz baja tanto como en voz alta, creemos que son palabras muy bonitas, que suenan muy bien y que mantienen viva la esperanza, pero que, en la vida llamada real, tienen poca validez. Buscamos nuestra seguridad en los bienes materiales, en las ideologías, en los descubrimientos científicos o en el comportamiento de la bolsa, el horario de los transportes, la marca del coche o las mentiras oficiales. Sin embargo, cuando nos lo planteamos seriamente, constatamos que todo esto nos falla a menudo, como las promesas de los poderosos y los contratos blindados si somos víctimas de un accidente. Quien nunca falla es Hashem. Escuchando Su Voz y cumpliendo con sus mandamientos gozaremos de buena salud y de una vida feliz porque no abusaremos ni de nuestro cuerpo ni de nuestra mente y fomentaremos la paz y la concordia, bases de la dicha.
Llegados a este punto, hemos de preguntarnos cuál es nuestro mayor pecado en relación con nuestros semejantes. Después de preguntármelo en serio y de hablarlo con amigos, porque claro, nadie piensa sólo, todos pensamos con los demás, pues he llegado a la conclusión de que nuestro error consiste en estar de continuo juzgando a los demás. Incluso los que somos poco dados a este tipo de comportamiento, lo hacemos. ¿Quién no ha dicho: "Fulano es un hipócrita" o "esta mujer no tiene vergüenza"? Reflexiones que no sirven para nada. Si bien es natural tener cautela con las personas cuya conducta nos ha perjudicado, no lo es menos pensar que tal vez hayamos participado inconscientemente en la adopción de determinado comportamiento por parte de la criatura de Hashem a quien tenemos la pretensión de sacar los colores. Todos somos manipuladores y provocadores. Todos sabemos utilizar el carácter ajeno, decía a un amigo mío psicoanalista: "Oye, eres un mal pensado. Yo siempre he seguido a mi marido". Él me contestó sin inmutarse: "Sí, sí, claro, claro que le seguías, después de explicarle bien adonde tenía que ir" y cuando le pregunté si mi esposo también me manipulaba a mí, me contestó: "Todos los esposos se manipulan el uno al otro; tanto en el buen sentido de la palabra, lo cual ocurre cada vez que medía el amor auténtico, como en el mal sentido cuando la palabra amor encubre la utilización del uno por el otro. Tu esposo te amaba con gran pasión y entrega. Conocía tu fervor por hacer lo imposible. Pues, muchas veces te metió en situaciones imposibles, ofreciéndote la posibilidades que necesitabas para realizarte". Me quedé maravillada.
Si el amor puede hacer estos milagros, la Teshuvah consiste en comprender que no actuamos nunca solos, únicamente por iniciativa propia. Actuamos con los demás. Nuestros errores, nuestros fallos siempre les perjudican a ellos. No hay derecho a decir: "Con esto no perjudico a nadie más que a mí", porque es falso. Tampoco se puede decir: "Pues si los demás juegan secretamente con cierta connivencia inconsciente que existe entre ellos y yo, la culpa de mis pecados, la tienen ellos". Tenemos una grandísima parte de responsabilidad en el mal que hacemos y esta responsabilidad es la que tenemos el imperioso deber de examinar con lupa y también hemos de esforzarnos por determinar con cuanta complacencia nos hemos dejado manipular. Dejar a otro el papel de pecador, es una tentación en la que no es difícil caer. Lo digo porque muchas veces, creemos que es el otro quien debe pedirnos perdón En esta perspectiva, perdonar es más fácil de lo que se suele pensar y si perdonamos, seremos perdonados.
Por otra parte, nuestros pecados, casi siempre son fruto de la desconfianza, ya lo hemos dicho, y del miedo a la vida. Nos parece que sólo los malvados salen adelante, aunque realmente no lo sabemos. No confiamos en El Eterno, tenemos miedo a la vida, pero no hay motivo. El Mal se presenta siempre como invencible y todopoderoso. Se chulea como Goliat, pero el que gana siempre es David.
Si os parece bien, trataremos de tener confianza en el Eterno, de amar la vida virtuosa y de recordar que en los pecados ajenos tenemos una parte, pero que volver en Teshuvah es un gozo bendito.
Personalmente, espero no haber dañado ni ofendido a ninguno de vosotros, pero si lo he hecho, sabed que ha sido sin querer y que lo lamento. Perdonádmelo, bevaqashah (por favor). Entonces, El Eterno me lo perdonará.
¡Feliz Kipur!
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Obsequio de שפתי מבשר Organización Siftei Mevaser (daniEl I. Ginerman) a las Thursday, September 20, 2007
8 Dólares por Mes | 18 Dólares por Mes |
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